Cuando era más joven, imaginaba mi vida siempre en un escenario. Teniendo este la facultad de transformarse en todo aquello que la imaginación y la realidad dictaran. Pudiendo ser cualquier cosa, todo poderoso, omnipresente, fantasma y humano,o todo esto a la vez. Teniendo la capacidad de enajenarse de uno mismo sin que por ello se perdiera uno completamente ni abandonara su verdadera esencia. El arte de contar mentiras, que no por ello se vuelven falsas; viviendo ficciones, conviviendo con fantasmas, sin que por ello las historias narradas dejaran de ser reales. Hay también dentro de cada uno de nosotros mil ficciones expresadas en nuestro inconsciente, que rigen nuestra vida consciente y cada una de las decisiones tomadas. Hay también otras verdades de las que no se habla, pero cobran vida dentro de nosotros por las madrugadas, dormidos, borrachos, locos y se encuentran enterradas en lo más profundo de nuestro ser.
Le invito así, a adentrarse y enfrentarse a este mundo de ficciones, de las verdades no contadas, de las falsedades tangibles e ilusiones constatadas.
La poesía de Luis Gómez Ovalle realza el sentido espiritual y necesario de la experiencia poética.
Es, a su vez de santuario de resiliencia, un claro que trasluce el juego de la palabra, conduciéndola a través de tradiciones y música, símbolos e imágenes:
el mundo pintado
a través de los ojos
del poeta.
Kintsugi recoge el momento exacto en el que el alma se reconstruye.
El oro es palabra.
La nueva forma es el poema.
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