En las historias de este libro, el agua es una constante: a veces como paisaje, otras como amenaza, y en ocasiones como espejo. Es el lago sereno de la infancia, el mar caribeño de las promesas, el río que arrastra culpas o que separa la vida de la muerte. El agua nunca es solo agua; es el espacio donde los personajes se reflejan, se pierden o se salvan, aunque a menudo no lo sepan.
En estos relatos hay amores que no se concretan, encuentros fugaces, infidelidades silenciadas, deseos contenidos, pasados que pesan y decisiones que, aunque pequeñas, terminan marcando una vida entera. También hay humor soterrado, ironía, ternura, violencia y una mirada constante hacia lo que no se dice.
Torremata, la novela corta que cierra este libro, podría ser el remolino donde todos estos elementos se encuentran. Allí confluyen el deseo y el deber, la verdad y la mentira, la justicia y la traición. Como en el resto de los cuentos, sus personajes buscan algo ——quizá amor, quizá sentido, quizá redención——, pero lo hacen como quien camina por la orilla del agua, sabiendo que un paso en falso puede cambiarlo todo.

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